La robotización continúa. Hemos visto a los jóvenes costarricenses construyendo sus aparatos y pensamos en el porvenir de nuestra Patria. En otras latitudes la ciencia y la técnica ocupan relevantes puestos en la vida de esos países. En el conocimiento está el poder. Los avances de la tecnología mundial no dejan de sorprendernos.
Hace más de veinte años dije, en un congreso de Derecho e Informática en Guatemala, que en algún momento las computadoras empezarían a sustituir a los jueces. Y ya lo estamos viendo. Las bases de datos jurídicos en las tres esferas del Derecho: Legislación, Jurisprudencia y Doctrina, están al alcance de un click. El Sinalevi en Costa Rica es un baluarte a nivel regional. Y podríamos conocer en un instante las leyes del cualquier nación. Y así resolver nuestros casos (claro está si aprendió en la universidad a pensar como abogado).
Ahora que entraron en funcionamiento los sistemas de vigilancia sobre la velocidad en las carreteras, aparece de nuevo el fantasma del robot, esta vez, con quepis de inspector de tránsito. Por ahora la decisión es humana, pues será u policía el que defina si hubo o no infracción, que podrá ser impugnada ante la instancia superior.
Lo impactante de las “cámaras” en las carreteras es que en las primeras dieciséis horas de funcionamiento produjeron mil ochocientos quince partes “virtuales”, equivalente a los que hubieran levantado en un mes novecientos policías. Eso podría costarle a los choferes ticos la suma de quinientos cincuenta y nueve millones de colones. ¿Por cuánto iremos en esta primera semana de funcionamiento de los aparatitos?
Los malas lenguas dicen que ha sido un plan del gobierno para engordar la caja del Estado. Otros piensan que ahora le lanzaran un salacuartazo a los aparatitos y los desmontan, pues los leguleyos dirán que “se rompe la cadena de custodia” porque no hay un juez viendo que la grabación sea real y podría acaecer que se trate de algún video montaje, o se viole el derecho a la intimidad o a la libertad de tránsito ya que se está quebrantando la “autodeterminación informativa”, pues nadie puede saber que yo circule por una carretera en ese momento. Ya lo verán.
Parece que las camaritas asustan a muy pocos. Nuestras carreteras están repletas de choferes chúcaros e irrespetuosos, que no conocen ninguna clase de límites, ni de velocidad, ni éticos, ni humanitarios. De por sí en Costa Rica, cualquiera se puede escapar del sitio del accidente y no es delito.
Lo más ridículo es que uno de los nefastos mitos legales que inundan nuestra sociedad, repetido en la jurisprudencia penal, sostiene que los alcoholímetros que utiliza la policía de tránsito tiene un margen de error del treinta por ciento. Eso es mentira. Esa tesis la expuso hace pocos años, un toxicólogo forense en un juicio y le demostré que era falsa.
Lo más cruel es que las calles siguen manchadas de sangre. A diario vemos los cadáveres tapados con un trapo blanco y las familias deshechas por el salvajismo automovilístico. Y como si fuera poco, acaban de atrapar a un pillo con un paquete de licencias en blanco para falsificarlas y ganarse una platilla. Seguro debe firmar cada quince días en la fiscalía
Al menos los robots no reciben coimas… bueno, hasta ahora.