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Aquel farsante

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Hace como 10 años estaba de fin de semana en casa de mi tatas, un señor llegó a saludar y mi mamá me llamó, no dijo para qué. Me hice el ruso, no me dio la gana salir. Reconocí la voz.

Era quien me dio clases de religión en la escuela, aquel señor que fue estimado por su don de gente, dedicación a la fe y servicio comunal, pero yo tenía un mal recuerdo.

Cuando era escolar, una tarde, llegó de sorpresa a casa de mis papás, quienes le recibieron con mucha estima, pero el fin del mae era torcido. Hizo una interminable lista de quejas sobre mi, argumentaba que era un güila irrespetuoso, desordenado, desinteresado en clase y otros falsos. Yo tenía 11 años y me sentí muy ofendido porque nunca habló conmigo antes, en el recreo o en clase. A mi me gustaban esas lecciones, era entusiasta con las búsquedas en la Biblia y los textos de apoyo, participaba y cumplía con los trabajos. Era una puñalada en seco.

Escuché todo desde afuera de mi casa, por una ventana, todo era infundado, nunca me burlé de él, lo admiraba y quería mucho, eso sí reconozco que le debatí, pero nunca fui irrespetuoso. Mis tatas tomaron nota y después de que el malparido jaló, cuando iba largo, entré. No hubo chance de descargo, fui juzgado en ausencia, sin derecho a defensa y solo me presenté para cumplir con la pena.

Desde ese día ese roco se volvió un farsante y traidor (para mi), aunque a esa edad no podía ponerlo en palabras, solo sentía que yo le caía mal, punto. En mi interior lo escupí con todas mis fuerzas aunque lo saludaba porque no quería que volviera a dar quejas.

Para mi todo se confirmó un par de años después cuando en el pueblo se desató el escándalo; el maestro se enredó sentimentalmente con una señora casada, hija de un viejo importante de una institución pública de la comunidad, una familia que también iba mucho a misa.

Los amantes se divorciaron de sus respectivas parejas para casarse, como había influencias lo trasladaron a una escuela fuera de la localidad para "empezar de nuevo" sin la avalancha de cuchicheos.

Sobre las razones del idilio clandestino no me meto, no me importan, solo es asunto de ellos. No le voy a hacer lo que me hizo, nada de emboscadas. Aunque sí creo que la gente debe ser prudente en su actuar con los niños, porque los años pasan y las memorias quedan.

Si me lo topo no lo saludo, no creo que su apretón de manos sea sincero, ya ha demostrado que predica una cosa y hace otra, su sonrisa es de afecto fingido y puede levantar falsos cuando la gente no está.

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