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Asesinato en el colegio de Orotina

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Se da por descontado que en este momento deben circular en Orotina las razones por las qué un joven asesinó a otro y luego se disparó.  Como comunidad de lazos fuertes y antiguos todos se conocen y forman una sola familia, pero el asunto no es particular, sus raíces y ramificaciones están en la vida de todos.

Los detalles morbosos seguirán saliendo en los medios y las imágenes inadecuadas -si las hubiere- serán portada en Diario Extra (facilitadas obviamente por alguna autoridad con facil acceso a la escena).

Cuando ocurre una fatalidad de tanto impacto a la opinión pública la primera reacción es buscar a quien culpar.  En la primera fila está la revisión para ingresar al colegio y en segundo la portación de armas. Ambos son chivos expiatorios ya que si la determinación era asesinar al joven se llevaría a cabo en la institución u otro lugar, y culpar el arma es como endosarle la responsabilidad de un atropello al motor de un carro.

Salvo contadas oportunidades la violencia no es un desborde repentino, se trata de un volcán que da señales de erupción, agrieta a la persona por dentro y finalmente explota destruyendo todo. La salud mental, cultura de paz y solución de conflictos se han vuelto cliché en bocas urgidas de discurso, sin embargo la ausencia de promoción de estos valores sigue arrebatando vidas.

La diferencia entre el que comete un delito y el que no, no está en la personalidad; está en la acción. Seguimos viendo la violencia como enfermedad que contagia a unos "pero a mi no me va a pasar". Cuando lo real es que en circunstancias con deterioro personal progresivo y sostenido en el tiempo cualquiera termina mal, ya sea hacia otros y/o contra su integridad.

La violencia nunca puede ser recurso para resolver un problema, solo reacción de defensa ante una agresión inminente. Todavía hoy muchas personas consideran legítimo darse a respetar con base en la intimidación y amenaza de violencia, pero estigmatizar solo aumenta el problema, cada uno puede trabajar de forma preventiva, haciendo un alto en el camino, evaluando los rencores que carcomen, las heridas que no cicatrizan y las lágrimas que ahogan el alma.

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