El banco -como siempre- tenía encendido el aire acondicionado para confort de los clientes y el personal... aquel lugar es un oasis en medio de las llanuras de vapor a la hora del día en que el sol desvanece todas las sombras.
El señor entró directamente a la caja porque no había fila, entregó un puño de dinero y solicitó que le hicieran un depósito a su tarjeta. La cajera agarró los billetes y sintió algo raro, les dio vuelta, los tocó, les pasó la yema de los dedos... los olió y poco faltó para que los chupara.
Miró directamente al cliente y preguntó -señor, estos billetes están mojados?-
-No muchacha, cuál mojados, sí es sudor!!!!!!!!!!!!!!!-