El termómetro en el Valle Central llega a mínimos poco frecuentes por lo que el cosmopolita San José se transforma en una pasarela de gorros, bufandas, guantes y, en casos excepcionales, aparece algún abrigo apenas para conquistar el polo norte. Desaparecen las ventas callejeras de paraguas dando lugar a "lleve los guantes!" o el gorro de Colacho con iluminación.
Lamentablemente las fantasías tienen límites. Ni queriendo se puede jugar con nieve en el trópico pero para eso tenemos creatividad y mucha disposición para comprar la bolsita de confeti para aterrar las vías respiratorias, ojos y oídos del prójimo (y propios) con la ilusión de estar más al norte o sur de la latitud donde pareciera habernos estacionados la deriva continental. La tierra de los adoquines queda barnizada en blanco.
Y cuando algún noticiario, dando tregua a la agenda sangrienta, anuncia que en el Cerro de la Muerte se apelotó algo que parece escarcha y podría ser nieve (más cantidad de la que se necesita para hacer un granizado pero menos de la que necesitan los renos para usarlo de pista con el trineo) la familia completa zarpa cámara de foto en mano para tirarse pelotas de nieve y jugar luchitas... antes de que llegue el resto y aquello se convierte en otro barreal más...