Por herencia soy liguista y en mi niñez (sin cable e internet) se admiraba mucho a las figuras nacionales. Cuando había mejenga de barrio los chiquitos nos repartíamos los nombres de los destacados del balompié nacional, imitábamos sus jugadas y celebrábamos los goles como ellos.
Después de sobrevivir el episodio higadoso del pase de Cayasso a la “S”, llegó el Mundial, aquel que sería el primero, único y mejor, donde Cayasso puso su nombre en la historia, logró el olvido definitivo de cualquier liguista rencoroso y elevó el ánimo de este país a niveles que no se vivirán otra vez...